sábado, 1 de agosto de 2009

POR VER EL ARBOL NO SE VE EL BOSQUE

La gran paradoja es que en el siglo de la comunicación, reina la incomunicación. Y no es meramente un juego de palabras. Veamos y analicemos un poco la situación. No es necesario ser sociólogo para ello.

A poco de entrar en un lugar bailable de los que frecuenta la juventud, nos sorprenderá el volumen de la música, tan intenso, que es imposible hablar como que no sea gritando.

Además llama la atención los grupos de varones bailando entre ellos solos por un lado, y la mujeres efectuando lo mismo por el otro.

Es que en este siglo la fragmentación es una característica de la sociedad. El televisor con nefastos programas casi siempre, ha reemplazado las charlas familiares a la hora de la mesa. Los video-juegos, los MP3, etc., sumen a sus inocentes víctimas en el más profundo de los autismos.

La medicina no podía escapar a ello. Se confunde buena atención con sobreprestación. O es que acaso para descongestionar la sala de espera del consultorio se entrega como equivalente a una buena asistencia una lista interminable de análisis e interconsultas con los especialistas?

Lo que ocurre es que en gran parte de los casos los médicos nos olvidamos que el oído es el principal elemento que contamos para atender al paciente.

Una buena “escucha“ funciona como un gran detonante para la curación. El proceso comienza cuando le damos la mano al paciente al saludarlo. Su piel nos transmite en ese instante un sin fin de datos.

Debemos considerar al paciente como una individualidad irrepetible que está inmersa en un entorno psico-bio-social. Es decir que ese “individuo“ se relaciona energéticamente no sólo con el medio inmediato que lo rodea, sino que también, por qué no decirlo con el Universo mismo. Ese individuo pertenece a una familia, que vive en una ciudad, pueblo o campo ubicado en un País, que a su vez se interrelaciona por diferentes lazos (económicos, políticos, sociales, culturales, etc.) con el mundo entero, con todo lo que eso representa.

Así de simple y así de complejo. Paracelso ese gran médico suizo-alemán que vivió por el 1526 (nació en 1493 y murió en 1541), ya sostenía en aquel entonces que un buen médico debe conocer no sólo el cuerpo del paciente sino también la región, la zona donde el paciente vive. O si queremos el cuerpo del mundo al cual pertenece.

Creemos indispensable volver al viejo médico de cabecera pero con la dinámica que los tiempos modernos exigen. El clínico debe realizar la atención primaria del paciente. Y qué implica esto? Pues una entrevista con una escucha muy buena y un detallado examen físico recurriendo a toda la tecnología que sea necesaria, pero haciendo eso sí la salvedad, que sólo echaremos manos de ella cuando el caso, así lo requiera.

Haremos las interconsultas con los especialistas todas las veces que hagan falta. Nos debemos ubicar en el punto de equilibrio. Para ello es necesario explicarle al paciente por qué le solicitamos esos estudios y esas interconsultas. Trataremos de calmar así su ansiedad.

De igual modo ante su requerimiento y no mediando justificación alguna, le explicaremos la inutilidad de los análisis o exámenes por él solicitados. Si el paciente se siente escuchado, atendido, no tendrá problema ninguno con su médico de cabecera.

Es decir que propendemos a la “comunicación” entre médico-paciente. El refuerzo del vínculo entre uno y otro nos allanará el camino hacia el alivio del dolor o hacia la curación total.

El médico de cabecera debe funcionar por medio de su formación clínica y psicológica, como un avezado director de una orquesta sinfónica frente a un grupo de destacados profesores, coordinando todas las evaluaciones efectuadas y devolviéndole al paciente la síntesis total del caso.

Sí, ya sé que es una tarea difícil, pero en esta vorágine de la atomización, no vaya a ser que “por ver el árbol no veamos el bosque”.

Dr. Carlos Alberto Distilo

édico - M.N. 34309- M.P. 44114

Profesor Titular Homeopatía Clínica de la Universidad Maimónides.

Profesor Adjunto Extraordinario de Medicinas Alternativas de la Universidad del Salvador

TEL: 4832-2898

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