sábado, 1 de agosto de 2009



¿Sano?, ¿Con qué criterio?

Yo estaba gorda cuando mi primer hijo comenzó a comer en la mesa.

Creída de que mi gordura pasaba por el tipo de alimento, había aprendido diferentes líneas: macrobiótica, alimentación natural compatible, vegetarianismo. Aunque ninguna solucionó mi ansiedad por la comida, saber lo que sabía al momento de comenzar a alimentar a mi hijo, me convirtió en la más férrea defensora de los alimentos “sanos”.

Todavía no podía darme cuenta de qué manera esa determinación tenía menos que ver con su salud y más que ver con mi perfeccionismo, uno de los disfraces de mi miedo, ingrediente básico de mi trastorno alimentario.

“Nos” salvó la pediatra.

- Ahora que empieza a comer le voy a dar solamente alimentos sanos.

- Ni lo sueñe. Le va a aletargar la vesícula, y lo que es aún menos sano, lo va a dejar socialmente diferenciado. Una proporción de alimentos sanos es algo bueno para todos; el tema es el perfeccionismo.

Seguí el consejo de la pediatra. Los alimentos no eran ni sanos ni enfermantes. Los alimentos eran alimentos: algunos preferidos y otros detestados, algunos “de fiesta” y otros cotidianos. El tema de ser beneficiosos o perjudiciales, pasó a ser una cuestión relativa al estado de salud y a la cantidad en lo que ataña al aspecto físico, y en lo que ataña al aspecto emocional al momento social y a los gustos; la interpretación de la comida tuvo más que ver con los efectos reales que con un preconcepto. Cuando esos efectos son ansiedad, gordura, un trastorno de salud relacionado con la alimentación, aislamiento social o miedo a la comida, veo en esos “avisos” la sabia e implacable mano de la naturaleza.

Aprender sobre alimentación, por el motivo que sea, ¡Qué bendición! Hasta hoy día mi hijo chef suele pedirme que le haga “pastiche”: una comida a base de arroz integral que le inventé cuando era bebé. Para ambos es un platillo emblemático, símbolo del cobijo materno, lo mismo que el alfajor de chocolate que le dejaba de sorpresa sobre su almohada.

Cada tanto recibo en mi estudio a alguien que atribuye gran parte de su trastorno alimentario al extremismo naturista de sus padres. Es como el amor: algo muy bueno en sí mismo que puede tornarse dañino debido a las maneras.

Leo en La Enfermedad como Camino:

“Los mismos alimentos que un método tacha de absolutamente perniciosos otro los califica de muy saludables. La dieta que nosotros recomendamos es: leer atentamente todos los libros de dietética y comer lo que a uno le apetezca.”

Elena B. Werba

Tel. 4857-6177

www.noquierodietas.com.ar

www.elenawerba.com.ar

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